Hace no demasiados años, un profesor de latín de un instituto de Granada explicaba de pie en el estrado que, la lengua, cualquiera, pero en especial el español, era como una cristalina. Se refería a esas pequeñas piedras de colores que se encuentran en las orillas de las playas. Translúcidas, suaves, pero no totalmente pulidas, y planas aunque con los bordes irregulares. Ninguna igual a otra.

Esos pequeños guijarros de vidrio que, en otra vida, fueron cristales son, contaba el profesor, como palabras. Decía que tanto esos primigenios trozos de cristal provenientes, a saber, de una botella, como la mayoría de vocablos, habían pasado por tantas olas, siglos, usos, erosiones y cambios, que aun manteniendo su composición (significado) original, su forma y matices físicos habían cambiado por fuerza. Por eso, conociendo el latín, era tan apasionante sumergirse en el español.

Los pocos alumnos que, por desgracia, en los últimos lustros seguían optando por cursar Humanidades comenzaban a entender con ese símil que entrar en un idioma nuevo es conocer de cero un mundo. Un pasado e, incluso, la filosofía cultural de un pueblo. Porque la vida es lo que modela el lenguaje.

En el caso del español, que era el objeto de la explicación de este catedrático de latín, tiene tanta profundidad como historia, por eso se trata de uno de los idiomas más prestigiosos, más hablados y, con mayor afluencia de alumnos.

Granada es, precisamente, una ciudad diez para aprenderlo. Tanto desde cero como para aquellos que ya navegan en esta lengua existen decenas de centros y academias que imparten cursos de excelente calidad.

El lugar, quizás, más prestigioso para el aprendizaje del español en Granada es el Centro de Lenguas de Modernas (CLM). Perteneciente a la Universidad, es una entidad de referencia en España de la enseñanza tanto del español como de otras lenguas. Está ubicado, además, en el céntrico barrio del Realejo, en un palacete impresionante donde asisten a clase jóvenes de todas nacionalidades interesados en aprender idiomas. Ese es uno de los grandes puntos fuertes del CLM, además de su excelencia como escuela, su posibilidad casi inherente de conocer gente con las que practicar el idioma de la forma más natural, hablando.